Sin apenas darle tiempo a las calles
de Vigo a despertarse suena mi alarma, del móvil a las 06:30,
recordándome que hoy es la gran fecha por la que tantos días me he
sacrificado en la piscina nadando. Ya no importa cuantos kilómetros
llevo en los brazos, ni los tiempos que hice en los entrenamientos o,
los resultados de las anteriores travesías. Esto es la madre de
todas las locuras, La Batalla de Rande, posiblemente la travesía más
dura del viejo continente por sus aguas frías y extensión (27km).
Nada más despertarme se me
aprecia en el rostro esa tensión a lo desconocido, David que fue mi
fiel escudero en esta aventura lo puede corroborar. Esa tensión,
además, va aumentando por los contratiempos que me van sucediendo
uno tras otro, convirtiendo la batalla, que ya por sí sola es
difícil, en épica. El primer revés sufrido fue al bajar a la
recepción y saber que el horario del desayuno no empezaba hasta las
8:00. Así que sólo pude tomar un cola cao calentito en mi hostal,
pero esto no es suficiente para mi cabeza, así que una vez que
llegamos al hotel de la organización me mezclo con los demás y
termino de llenar la barriga. Gracias que no me pillaron, que
vergüenza hubiera sido.
Solucionado la comida el siguiente
inconveniente fue la lluvia que nos acompañó durante casi una hora, así
que pantalones, playeras y pullover pasaditos por agua. Si hay algo a
lo que un canario no está muy acostumbrado, es a la lluvia. Pero el
gran handicap de todos, fue no disponer de un kayak como lo tenía
planificado la organización. Parecía que la suerte me quería dar
la espalda.
Así están las cosas antes de
empezar la travesía. El tema del kayak me preocupa mucho porque no
sé quien me guiará mientras nade, ni tampoco quien me suministrará
mi avituallamiento. Tras unos minutos de incertidumbre, Sony, el capo
de la organización me dice que se encargara de mí, que me descuide.
Al final me descuidaron más de lo que hubiera querido y, gracias a
que Minerva estaba en mi misma situación e hicimos un pacto
canario-catalán de apoyo y ayuda, llegamos bien.
Con todo este panorama, y
treinta minutos sobre la hora prevista, comienza mi lucha contra
Rande y su historia. Tras la salida, me centro exclusivamente en
adaptarme los más rápido al neopreno que hace más de dos meses que
no lo utilizo. El frío del agua de la Islas Cíes apenas lo siento
por la adrenalina que me invade. He de afirmar que me atemoriza nadar
en aguas abiertas, así que llegar a la Isla de San Simón no sólo
es un reto personal sino una barrera psicológica a derribar.
Al principio de la travesía
decido resguardarme en el núcleo del pelotón para vencer mi miedo
al mar y así pillar confianza. Pero como soy competitivo, no duro
mucho en adelantar a mis compañeros hasta situarme en el segundo
grupo compuesto por cuatro nadadores. La sensación de nadar en la
ría cada vez me gusta más hasta el punto que decido apretar el
ritmo y, situarme en el primer puesto con el que a posteriori fue el
vencedor.
La aventura de comandar las
flotas hasta San Simón duró, entre 1 y 2 kilómetros, hasta que mi
cabeza maquinó las dos posibilidades que podía ocurrir al ir sin
kayak: a) que pillara un pajarón y me quedara nadando solito sin
kayak, sin comida y bebida, y todo lo adelantado no me sirviera de
nada y b) que se me diera tan bien que me quedara solo como líder de
la travesía, pero al no tener kayak no tendría nadie que me guiara.
Por tanto, opté por bajar el ritmo y dejarme caer al segundo grupo
que lo formaban: Minerva, y tres chicos gallegos que terminaron
segundo, tercero y cuarto.
Sobre las 2 horas y 20 minutos
del comienzo, de la prueba, alcanzamos los 10 kilómetros. La
sensación, ganas y moral eras perfectas para lograr la meta, pero lo
más duro todavía estaba por llegar. Entre el kilómetro diez y
veinte, sufrimos (Minerva y yo) el olvido por parte de la
organización de darnos nuestras provisiones de líquidos y sólidos.
Este tramo sin ninguna duda fue el más duro porque no pudimos
abastecernos de nuestro avituallamiento cuando queríamos, y teníamos
que parar cuando los otros lo hacían. Encima, empecé a tener
dolores en la vejiga porque no podía orinar, la sed cada vez era
mayor y las energías por falta de comida descendía a niveles de
querer abandonar el reto. Sin lugar a duda estos son los momentos más
críticos, de la prueba, que apenas hablo con los demás, y ni si
siquiera quiero pensar porque me supone un cansancio extra. La
desmotivación nos supera tanto a los dos, tanto a mí como a
Minerva, por sentirnos olvidados que decidimos parar de nadar para
buscar alguna barca de la organización que tuviera nuestra comida.
En el momento que nos paramos somos conscientes que el segundo,
tercero y cuatro puesto de la clasificación se van nadando sin
nosotros, una lástima, pero ahora estoy en otra lucha más intensa,
que es la de seguir con la cabeza fría y no abandonar.
Al final alguien escuchó nuestras
plegarias y nos topamos con la barca que tenía nuestras provisiones.
Aprovecho para comer barrita, beber bastante agua y tomar algo de
Minerva que me subió la moral. Le doy mil y una gracias a los chicos
de la embarcación por alentarnos a llegar al final. Hubo un momento
que casi mando todo a la mierda pero la fortaleza mental y la
compañía fueron más fuertes en esta ocasión.
Después de cinco horas nadando, y
más de la mitad con el Puente de Rande observándolo, pasamos por
debajo de el. Yo lo hago a espalda y, no dudo ni un segundo en
chillar para liberar la adrenalina contenida en esta última hora. Al
superar esta barrera psicológica del puente no hay nada que me pueda
detener hasta la meta. Sin darme cuenta subo el ritmo con la
consecuencia que dejo atrás a mi compañera. La idea de llegar en
solitario no me convence por lo que espero a Minerva y, tras más de
6 horas llegamos a la Isla de San Simón estrechándonos la mano e
intercambiándonos abrazos.
Sin ninguna duda, es el mejor
desenlace que podía imaginar, terminar la travesía al lado de
alguien que vive igual o incluso mas que yo la natación. Esos
momentos que compartimos en el agua describen lo que es el
compañerismo, deportividad, ambición, lucha..... etc etc. Valores
que hoy en día son difíciles de encontrar y de compartir.
Viva la NATACIÓN.