El buen ascenso a la Capelleta me dió un subidón de energía que me vine arriba. Hasta este kilómetro de la carrera lo conocía todo porque lo había hecho en alguna salida solitaria por mi cuenta, lo que venía hasta el final lo desconocía, y esa incertidumbre me ilusionaba para seguir con ganas y fé. La posterior bajada de la Capelleta, también, se me hizo larga porque no arriesgué nada y, posiblemente desde aquí hasta el km 47 donde estaba el avituallamiento de Es Cubells, pude apretar más porque era un terreno de toboganes con subiditas, bajadas y llano, pero al carecer de esa información me dediqué a rodar a ritmo constante, a comer,a hidratarme y pelear contra los calambres. Antes de llegar a Es Cubells pase un momento de crisis con pequeños calambres en la pierna derecha que, por suerte, con la ayuda del magnesio y plátano sólo se quedó en una anécdota.
Pasado 2 horas 49 minutos de la salida llego al avituallamiento del km 47, que lo utilizo para descansar las piernas, comer más plátano, rellenar el bidón de agua e informarme del resto de subidas que nos queda. Las dos personas que estaban allí conmigo, en el avituallamiento, coinciden en decirme que la verdadera Xtreme empieza a partir de ahora con las dificiultades montañosas del Puig den Serra y la Atalaya. Información que no recibo muy bien porque las fuerzas van justas, pero a quien no le gusta exprimirse y retorcerse encima de la bici??. Una cosa es decirlo pero otra muy distinta es vivirlo, y como ya había descansado lo justo y ya no sentía esas molestias de calambres, decido seguir hacía adelante, a lo desconocido.
La famosa sudiba del Puig den Serra, de apenas 1,5km, me golpeó desde el principio con una suelo hormigonado, que hacía más duro el ascenso, además de un desnivel desproporcionado. La dificultad era máxima que decidí, bajarme de mi montura y, caminar con la bici unos metros para recuperar el aliento. Otra vez encima de ella, focalizo a varias personas que estaban delante mía como objetivos de alcance, y a golpe de plato pequeño y corona grande empiezo a rebasar a uno, a otro, a otro más y así hasta la cima. Sin duda es la cuesta mas complicada que he subido hasta hoy. Pero una gran subida tiene otro problemo, éste es el descenso que lo dedico a reponerme del gran esfuerzo realizado en superar este 1,5 km.
Superada la peligrosa bajada ahora toca subir el último escollo del dia, La Atalaya. Soy consciente que, es mi último esfuerzo si quiero llegar al final, sólo me separan 7 km para llegar a meta y cumplir este reto inicial. Esta última ascensión no destaca por ser muy pronunciada, el problema es la gran fatiga que llevamos en las piernas. El ácido láctico invade mi tren superior y a golpe de riñón y tras pelearme con mi subconsciente consigo llegar a lo mas alto, y demostrarme que con perseverancia todo es posible. De aquí a la meta no tiene mas relevancia que otro descenso difícil para mí, que me lo tomo con calma sabiendo que las fuerzas son las que hay, y que ya no vale la pena arriesgar por ganar 5 minutos.
Y así, tras más de 4 horas 23 minutos 59 segundos, llego a la meta besando el dorsal (112) de mi bicicleta y disfrutando de la sensación de haber podido llegar al final. En la clasificación final aparezco en la posición 19 por lo que no tengo ningún premio, hecho que no me quita el sueño, pero me quedo con la marea de sensaciones que me invadíó al superar la meta, que casi rompo a llorar como un deportista primerizo. Esta búsqueda de sensaciones indiscreptibles, únicas, agonizantes e irrepetibles son las que me hacen levantarme y superarme día a día.
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