Todos tenemos a alguien que le consideramos especial, único, genuino e incluso atípico por aparecer en un momento clave de nuestras vidas y, darle un sentido diferente a lo que hacíamos. En mi caso, ocurrió en la temporada 95/96 con el cambio de club al Julio Navarro, que por entonces lo entrenaba Agustín Artiles (Champi).
A día de hoy, todavía recuerdo ese primer entrenamiento. Era mediados de septiembre y para finalizar la sesión había una de 50 para saber como estaba de forma. Le pregunté de que estilo la tenía que hacer y, me dijo que si la hacía de mariposa que tuviera fuerza porque tal vez no estaba muy rodado. Igual esa frase despertó mi corazón, o igual llegó al fondo de mi orgullo, pero desde ese día sólo hice una cosa: trabajar, trabajar y trabajar. Solamente fueron dos temporadas de trabajo pero lo suficiente para notar la huella que dejó en mi, la persona que considero y catalogo como mi Mentor.
Él fue quien a base de confianza, cariño y mucha conversación transformó a un chico que iba a nadar sin ningún objetivo, por un nadador con metas altas. En la primera temporada nos colamos en varias finales del Campeonato de España, todo un éxito teniendo en cuenta que no había acudido nunca a un Nacional. Al año siguiente ya no nos conformábamos con las finales, así que luchamos por el podium pero un cuarto puesto a 3 céntimas del bronce fue lo que nos separó de la gloria. Esa fue la última competición que tuve a las órdenes de mi mentor, un excelente recuerdo.
Fueron dos años increibles con resultados impecables donde aprendí a: luchar con esfuerzo, marcarme metas, superar esas metas, creer en mí........... etc etc. Por todo esto, el pasado febrero le telefoneé para pedirle, por favor, si podía someterme a su disciplina para conseguir los retos que me había fijado este año. A día de hoy, la relación entrenador-nadador ha superado con creces mi primer gran reto.
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