Maldito lunes, hoy seguramente ni las gallinas ponen huevos, con esta agria sensación he terminado la primera sesión de hoy y de la semana, y eso que he descansado casi 48 horas de natación desde el último entrenamiento que fue el sábado pasado con 5.000 metros en piscina y una sesión de casi una hora en la playa de Talamanca con los compañeros Eduardo y Diego.
La semana pasada se estaba haciendo larga y dura por la cantidad de metros que estaba acumulando en los brazos, al realizar dobles entrenamientos, pero las sensaciones de nado y flotabilidad no eran tan malas como la esta mañana pero, bueno, todavía me queda la sesión de esa tarde para irme a la cama con mejor percepción a lo ocurrido en el entreno matutino. Así que después del fin de semana de realizar un descanso total, he vuelto con el cuerpo relajado y con una impresión peor que la que dejé nadando en anteriores días. Ésta sensación no me es desconocida porque en mi época de nadador lo sufría casi todos los lunes, por lo que puede ser que vaya por el camino correcto de la preparación adecuada para el día D. Toquemos madera, amigos.
La mejor explicación a ésta sensación tan ambigua es que después de darle un descanso merecido al cuerpo, éste se adormece y acomoda tanto que la vuelta al trabajo es el doble de difícil porque necesita activarse y volver a notar esa sensación única y diferente que sólo se realiza dentro del agua braceando.
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