miércoles, 2 de julio de 2014

Vaya martes de locura

    El día de ayer no fue uno cualquiera en relación a los entrenamientos. Como casi todos los martes primero cae una sesión de natación a mediodía y, a eso de las 18:45 a la carretera con los compañeros a chuparnos dos horas y media de bicicleta.

     El entreno de piscina prometía bien porque el día anterior me encontraba muy fuerte y rápido, además de deslizar y flotar con mucha soltura, por lo que las series que tenía por delante, 2 x (5 x100), serían un buen trabajo que me iba exigir mucho esfuerzo si quería hacerlo como tenía en mente. Después de hacer un calentamiento de unos 2.200 metros, empiezo el turrón con unas sensaciones de nado horribles. No me parecía en nada al Furro que el día anterior nadaba con alegría, fuerza y flotabilidad. ¿Qué me estaba pasando? Lo único que me mantenía en tensión era que sólo iba un segundo más lento a lo marcado, pero no era positivo con mi forma de nadar y las sensaciones que tenía. Hago otra serie más, y mas de los mismo que la primera. Al finalizar la tercera me consigo animar un poco sabiendo que ya sólo me restan dos para terminar con esta agonía. Estaba nadando mal, muy mal, era consciente y no sabía como remediarlo. Como si de un tiempo muerto fuera, la quinta serie trajo 200 metros para suavizar que los aproveche para animarme pero a la vez a cuestionarme porque estaba hoy tan lejos de ayer.

    Termina mi tiempo de recuperación y otra vez al jaleo con las última cinco series de cien. La primera la consigo nadar bien de sensaciones y, además consigo, el mismo tiempo que las anteriores y sin desgastarme tanto por lo que me vengo arriba, pero al mirar el tiempo de la segunda serie me doy cuenta que todo fue un espejismo y que hoy la sensación de nadar torpe, tosco y pesado me va a seguir hasta el final. Es más, pienso en no exprimirme, y abandonar, porque no es mi día y hacerlas tranquilas, pero rápidamente desecho esa idea porque sé que después no me lo voy a perdonar y no estaré orgulloso de mí. Así que no toca otra que aguantar como sea la agonía de las últimas tres series que me dejan muy tocado física y mentalmente para el entreno de bicicleta que hay a las 18:30.

     Ya una vez en la ducha, pienso una y otra vez que mal lo he pasado y que mal iba nadando en comparación con ayer. Y, si tengo que ser sincero, no me apetecía para nadar salir más tarde a rodar con el cansancio mental y físico que llevaba dentro de mí, pero si algo quieres.... algo cuesta. Con todas estas malas sensaciones llega la hora de quedar y mi ánimo sigue un poco tocado pero no hundido. Seguro que la ingesta de carbohidratos en el almuerzo, la siestita de 25 minutos y la buena compañía de Los Fanegas consiguieron animarme y olvidarme del mal trago de la piscina.

     El entreno que tenemos, series de 6 minutos progresivas, no es el ideal, hoy, para mis flojitas piernas pero dicen que la sarna con gusto no pica y, sin darme cuenta y sin buscarlo me encontraba encabezando la grupeta en la primera serie al lado de Fran. Al termino de la misma me siento cansado pero con moral y ganas de afrontar las restantes. La siguiente fue una auténtica osadía porque no dejábamos de pasar relevos y el ritmo era altísimo, pero ahí estaba dando caña con los demas. Pero para caña la 3 serie que con viento a favor nos cruzamos las Salinas (5 kms) en apenas 6 minutos. Campillo empezó muy fuerte y me coloqué detrás de él para darle un relevo pero no tuve cojones suficientes para adelantarle, por lo que Fran saltó a relevarle y yo detrás suya como un piojo, y es que a 55, 57 ó 58 kms/h que íbamos pocos relevos podía dar pero en cambio si podía chupar rueda que ya es todo un logro a esas velocidades. Tras esta cabalgada de cruzarnos Las Salinas en tiempo exprés, toca 4 minutitos de relax que viene otras tres más y, cuesta arriba para Sant Antonio.

     En ese momento ya no me acuerdaba de la mala natación que hice a mediodía. Sólo pensaba en los 18 minutos de esfuerzo que me restaban para llegar a casa y, que iban a ser difíciles porque la compañía de Bernat y Campillo lo demandaban a gritos. Como si fuera un resurgimiento, en estas tres últimas me estrujo más y soy consciente de ello porque noto calambres en los cuadriceps llegando a Sant Josep. Ya ahí mis fuerzas están en el límite, que me descuelgo de mis amigos bajando hacía el pueblo. Una lástima quedarme bajando pero me siento infinitamente feliz conmigo mismo por haber guerreado tanto en un día donde lo fácil hubiera sido ver los toros desde la barrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario